martes, 15 de abril de 2008

De un gris de cojones

Así se sucedió la historia y de esta guisa actuaron sus protagonistas. Como el triste sainete del que Becquer habló en su día, a mí tocaron lágrimas y risas, a él sólo risas y pocas lágrimas.
¡Y cuán injusta verdad era la que escondían aquellos ojos marrones!
¡Y qué extraña fragancia desprendían esos rizos color azabache!
¡Y qué poco tiempo para vernos, tocarnos y amarnos!
¡Y qué sucia soledad es la que alimenta este rincón desolado y deshabitado!
¡Y qué tímidas palabras salen de esta mente retorcida y enferma, unas palabras que se dejan ver, tímidamente, y que crecen como sal en la tierra!
Tú, grisaceo individuo seguirás tu camino. Yo estrella sin norte, intentaré encontrar el mío.
Quizás algún día mi luz guie tus pasos. Pero siempre en la gris oscuridad de nuestro camino.

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